LA SABIA DE CORIA

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CAPÍTULO III

CONSIDERACIONES SOBRE
LA CASTIDAD, POBREZA Y OBEDIENCIA


1.     Caminad castas y puras de corazón y pensamiento por la senda de la verdad con sólido sentimiento de piedad, tiernísima oración, con desprendimiento de los bienes materiales y de vosotras mismas y con caridad fuerte para con los demás.


2.     Sabed que la virtud de la castidad solamente la podréis vivir verdaderamente si estáis desasidas de los instintos, apetitos y pasiones, si obráis guiadas por la fe y la caridad cristianas y no por el egoísmo y falsos placeres de este mundo.


3.     Recordad que faltar a la castidad por parte de quienes están, como vosotras, obligadas a ella mediante votos tienen mayor culpabilidad, porque además de faltar a la virtud de la castidad, faltan también al voto hecho a Dios libremente.


4.     Sabed que el vaciaros de todo lo que no sea Dios os producirá paz y descanso, porque al no desear nada, nada os perturbará.


5.     Doblegad los instintos y apetitos del ser humano cumpliendo fielmente el voto de castidad para vencer las tentaciones contra la pureza, porque cuanto más avanzadas y fuertes estéis en castidad, mejor disposición tendréis para luchar y vencer con prontitud, fuerza y eficacia a las tentaciones de la carne. Cuando la castidad está debilitada, las tentaciones que le llegan disfrazadas no despiertan las alarmas y a la voluntad le cuesta mucho descubrirlas y vencerlas.


6.     Sabed que no lograréis la verdadera pobreza hasta que dejéis de tener gusto por las cosas del mundo en vuestra voluntad, que es ser pobre también en el apetito de ellas y es también estar vacías de las cosas aunque se tengan. Sabed que no es totalmente pobre el alma que está llena y rica de deseos de tener cosas del mundo.


7.     Caminad vacías, no busquéis el consuelo y la paz en las cosas de este mundo, sino en dejar con voluntad y amor a todas las cosas propias y de este mundo, logrando la pobreza material y la pobreza de espíritu, porque la que verdaderamente ama a Dios, solamente en Él logra el consuelo y la paz que busca.


8.     Amad la pobreza desapropiándoos de todas las cosas materiales hasta llegar a conseguir desapropiaros de los propios deseos de tener, porque en realidad, qué deja quien se queda con los deseos de tener. Más os atará el deseo de tener, aunque no tengáis nada en propiedad, que si tuvierais un reino sin pensamiento de desearlo.


9.     Practicad la pobreza ayunando para que con vuestra comida se alimenten los necesitados.


10.   Sabed que la virtud de la pobreza es una fuente inagotable de santidad.


11.   Vivid la pobreza que Jesucristo padeció y practicó, y abrid las puertas de vuestra comunidad religiosa y de vuestro corazón para reconfortar a los pobres y necesitados no sólo en lo material, sino también en lo espiritual.


12.   Practicad la pobreza no sólo con el desapego de las cosas materiales, sino también compartiendo con total disposición y alegría los bienes de la comunidad con los pobres y necesitados, movidas solamente por la fe y el amor.


13.   Imitad la pobreza que Jesucristo predicó y practicó, aceptando que la pobreza evangélica exige no sólo el desapego de los bienes terrenales, sino también el compartirlos con los demás.


14.   Dudad de las personas virtuosas que temen a la pobreza.


15.   Sabed que la idolatría por la riqueza y la exclusividad injusta del egoísmo generan pobreza e incluso guerras fratricidas.


16.   Haced vuestras obras ejercitando la virtud de la obediencia y en el alivio del peso y el trabajo descubriréis el premio a vuestros merecimientos, porque las fuerzas y los bríos que se pierden normalmente con los trabajos, los recuperaréis asombrosamente con la ayuda de Dios cuando los hagáis por obediencia.

ORACIÓN

¡Oh, Dios mío! Dadme la pureza necesaria para recibiros pues no he de ir a comulgaros si no me dais vuestro amor para abrazarme a él, y acrisolarme en las brasas en que Vuestra voluntad arde. Vos queréis que os pida, porque queréis darme, así que, dadme primero el don de saber pedir como Vos deseáis y luego os pediré que hagáis, habitado en mi alma, lo que yo no puedo obrar sin Vos: que es amaros como Vos amáis, uniendo mi voluntad a la Vuestra.

 


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